AULA OBERTA #4: VICTORIA SZPUNBERG


Prólogo

La voz de Victoria Szpunberg es sospesada y profunda, llena de matices. Busca autenticidad en el hablar, se desnuda de artificios, se expresa humildemente de una forma que puede parecer ingenua pero que es todo lo contrario. Su forma de entender el teatro nace como una apuesta valiente ante la vida, una apuesta por el valor de la experiencia, por el compromiso con la escucha paciente y abierta, huyendo de la fijación de verdades categóricas y siempre al encuentro de una luz frágil, la real. Victoria Szpunberg es dramaturga, directora teatral y profesora en el Institut del Teatre. Como dramaturga busca una mirada cálida y honesta, como directora defiende la humildad y como enseñante la escucha y el dialogo atento. Estas tres actitudes son sencillas, aparentemente inocuas, pero casi revolucionarias en el contexto actual, donde demasiadas piezas teatrales están producidas en cadena, pensadas para el éxito comercial, sin cuidado ni calma. Diría que para Szpunberg, la honestidad, la humildad y la escucha posibilitan el nacimiento de un arte que crece a fuego lento, al margen de las exigencias del mercado, fruto de la maduración; es necesario “atravesar el desierto para transmitir alguna cosa real”. Szpunberg sobresale en estas tres actitudes, y desde ellas nos convoca a pensar el valor y el sentido actual del teatro.

Sólo empezar, la dramaturga nos provoca diciendo que viene del mundo de la farándula, del show, del espectáculo. Lo hace con una sonrisa en la comisura de los labios, quiere poner el dedo en la llaga, en la consideración demasiado extendida del teatro como arte menor, dedicado al entretenimiento y en cierta medida superfluo. Nos recuerda que “el teatro, la escena, es un espacio de encuentro con la emoción, la imaginación, el pensamiento, el misterio, aquí y ahora, efímero y profundo. En un mundo virtual como el actual, estos encuentros son imprescindibles.” Así pues, el teatro es un lugar para la libertad, la crítica y, en definitiva, un espacio que conforma el sentido y el valor de la experiencia humana. Tiene también, pues, el potencial emancipador del que hemos hablado a lo largo del Aula oberta.

Szpunberg fantasea con hacer una ponencia al estilo de los rapsodas, que improvisaban sus intervenciones en función del público, del estado de ánimo, del momento… pero se excusa diciendo que, como dramaturga, se ha visto inclinada a estructurar la conferencia en tres actos, como si de una tragedia griega se tratara. “Cada acto lleva el título de una parte de mi misma. Las tres moiras, las tres parcas, tres mujeres sin tiempo, hiladoras, extranjeras, de temperamento inconstante, nunca adoradas de forma convencional, hijas de la noche o del caos, de la necesidad.”

Primer acto. La autora sospechosa

Szpunberg se ve como una autora sospechosa, dicho con ironía y serenidad a un solo tiempo. Prefiere llamarse autora y no escritora porque, a diferencia de la literatura y la poesía, la escritura teatral combina dos elementos aparentemente inmiscibles. Transita “entre la literatura y el manual de instrucciones de una nevera”, superpone lo prosaico, instructivo y vulgar con lo profundo, elevado y sensible. Es sospechosa porque el teatro es sospechoso, ¿por qué sino consagra tanto esfuerzo a la creación de una experiencia efímera e inútil? Es sospechosa porque huele problemas allí donde hay cotidianidad y, por último,  porque el arte implica salir del confort de los lugares comunes, incomodar encontrándose cómodo en la exploración del abismo. Así pues, autora sospechosa.

En términos filosóficos, la autora sospechosa entiende que el teatro nace de la tensión entre dos pulsiones, una ética y otra política. “Si bien el dramaturgo tiene que conectar con su propio deseo para que la escritura no sea un postizo, no puede quedarse con una delectación biográfica o personal. El teatro apela a una colectividad, se hace en equipo y no existe sin el público.” En un primer momento, pues, el teatro nace de un espacio de intimidad, de huida, de recreación personal para proyectarse, en un segundo momento, sobre la polis, interpelarla y dialogar con ella. Sin estos dos elementos el sentido del teatro desaparece. En la escena teatral actual se tiende a infantilizar el público, a creer que es necesario dar el material masticado y digerible, a desinteresarse por la originalidad artística para privilegiar espectáculos previsibles, con los actores televisivos de siempre. En Catalunya está demasiado extendido que los autores busquen fórmulas rápidas, de éxito asegurado, y que el público busque únicamente entretenerse, no ser interpelado ni dialogar. Hay que recordar que, en los orígenes del teatro, en Grecia, el público era cuestionado ética y políticamente en escena, y que en esto consistía el valor transformador de la catarsis. Si se quiere dar sentido al teatro es necesario, en consecuencia, reivindicar con Juan Mayorga que el teatro convoque a la polis y dialogue con ella.

Segundo acto. La dramaturga lampista

La dramaturga lampista es aquella que tiene los pies el suelo, que suaviza las exigencias artísticas de la autora sospechosa, que hace números cuando conviene, que ayuda a dinamizar proyectos atascados y a quien no le caen los anillos cuando tiene que arremangarse para “tapar escapes, arreglar tuberías y moverse en las alcantarillas”. Las instituciones se llenan la boca hablando de creadores, de autoría catalana, pero en realidad dentro de la escena teatral quien sale beneficiado son los intermediarios, los programadores. “El autor es quien menos cobra pero quien firma la obra, quien recibe las críticas y quien es más utilizado”. Por otro lado, “los directores dirigen con ansiedad [por las prisas] y el modelo mercantil acaba definiendo nuestras piezas”. En la precariedad laboral en la que viven autores y directores, se hace difícil hablar de arte y se ajusta mejor la palabra oficio. Victoria Szpunberg ha firmado piezas de danza, performativas, de magia, musicales, visuales, adaptaciones, teatro infantil, radiofónico… Se mueve con facilidad entre diferentes estilos y no privilegia ninguno de ellos, pero también es cierto que en el día a día las necesidades alimentarias se imponen por encima de las aspiraciones artísticas. En este sentido, los y las dramaturgas son lampistas.

Tercer acto. La profesora ignorante

Szpunberg es profesora de arte dramático en el Institut del Teatre y, como tal, se declara ignorante. Pero es una ignorancia como la de Sócrates, refinada y audaz. Rechaza hacer lecciones magistrales con la premisa que “el aula es un espacio de investigación”, y prepara clases donde son los alumnos quienes generan prácticas escénicas. “El arte apela a un misterio, al subconsciente”, a aquello que surge de forma imprevisible de cada creador. Si se academiza, si ponemos nombre a todo convirtiéndolo en formas canónicas, se corre el peligro de perder de vista el verdadero camino del arte, la intuición. Es por eso que la profesora ignorante intenta establecer un diálogo horizontal , basado en la escucha y el respeto. Así como Marina Garcés no quiso invitar a ningún gurú del conocimiento al Aula oberta, Szpunberg busca hacer surgir miradas singulares, honestas y no aquellas que se ajustan a la corriente de la moda. Intenta que cada participante se realice, haga surgir aquello que le es propio a través de la escucha y el darse tiempo. Éstas son para ella experiencias verdaderamente emancipadoras para todos los integrantes.

Epílogo

Szpunberg es propiamente artista cuando lleva la parca de autora sospechosa, amante de su oficio cuando es dramaturga lampista, y practicante de la escucha cuando es profesora ignorante. Quiso acabar la conferencia con una cita que la inspira.

“No es posible huir con mayor certeza del mundo que mediante el arte, y no es posible vincularse a él, al mundo, con mayor certeza que mediante el arte.” J. W. Goethe

 

 

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