(Gerona, 1990) Licenciado en Filosofía y máster en Comunicación y Estudios Culturales por la Universidad de Girona. Actualmente dedica su investigación doctoral al fenómeno de la autoayuda. Es coautor del ensayo Mediterròniament (Núvol, 2013). La catalanitat emocional (Núvol, 2013) y colaborador habitual en diversos medios como SalonKritik, Barcelona Metròpolis, PlayGround Magazine, El Matí Digital o Núvol. El digital de cultura.
¿Cómo describirías tu ámbito de trabajo y cómo te definirías?
Describiría mi ámbito de trabajo como un espacio bastante heterogéneo e inestable: parto del campo de la filosofía (y, en concreto, del submundo de la filosofía política y ética) pero miro de ponerla en diálogo con otras disciplinas, como la sociología o estudios literarios. Y si afirmo que es heterogéneo e inestable no es solo por el necesario eclecticismo discursivo, sino por el hecho que no parto de un marco teórico preestablecido a partir del cual contrastar realidades y deducir conclusiones. Más bien, miro de servirme de las diferentes disciplinas y tradiciones de pensamientos como si se tratasen de cajas de herramientas. El riesgo de este planteamiento es evidente, ya que afrontas la posibilidad siempre presente de estar construyendo un Frankenstein teórico inconsciente y contradictorio. Me puedo definir, por lo tanto, como alguien que hasta ahora ha tenido suficiente suerte como para poder arriesgar a hacer esta búsqueda tal y como ha querido.
¿Qué necesidad lo inspira y qué consecuencias tiene lo que haces?
Primero de todo, la necesidad de comprender. Busco comprender –para poderme explicar y, entonces explicar a otros- un fenómeno como el de la cultura de la autoayuda, que me parece éticamente desastrosa y políticamente preocupante, pero que al mismo tiempo resulta fascinante y que es imposible de comprender desde una posición de repulsión, rechazo o condena absoluta. No puedo saber cuáles son las consecuencias reales de este explicar y explicarme, pero confío que a la larga se convierta en una puerta abierta más a la forma de entender esta realidad: una puerta transitable por alguien que nunca se había acercado desde esta distancia crítica. De aquí la importancia que la investigación académica no quede cerrada dentro de la universidad. A pesar de todo, creo que tampoco podemos hacernos ilusiones respeto al impacto que este tipo de planteamientos pueda tener: la filosofía puede ser que sea un martillo, sí, pero es muy pequeño.
¿Te sirve el marco disciplinar e institucional actual?
Me sirve en el mismo sentido que la libertad negativa puede ser considerada una forma de libertad, eso es, en el sentido que me deja hacer, que no me obstaculiza –o, como mínimo, no lo hace de forma determinante. Pero es cierto que resulta difícil ajustar una investigación de este tipo a un marco disciplinar muy burocratizado, y más si se tiene en cuenta que los estándares académicos que predominan en el mundo de la investigación rechazan este tipo de planteamientos, ya sea porque caen en la suplantación del modelo humanístico por otro inspirado en el modelo científico– que no se ajusta al espíritu filosófico más allá de su besante más sistemática– o bien porque reducen la filosofía a un ejercicio escolástico dentro de un lenguaje per a iniciáticos.
¿Dónde encuentras a tus principales interlocutores?
El tema es muy goloso y actual, la cual cosa hace que pueda encontrar interlocutores de todo tipo, en la medida que todo el mundo tiene opiniones formadas sobre la cuestión –ya que por su propia naturaleza invita a un posicionamiento maniqueo a favor/en contra–. Eso hace que el tema pueda estar presente y discutirse en medios generalistas. Más difícil es encontrar un espacio dentro del mundo académico: no hay revistas especializadas, grupos de investigación, ni tan siquiera una tradición unitaria que parta de unas mismas premisas para abordar la cuestión. Quizá donde es más fácil encontrar interlocutores es en la tradición sociológica que parta de las ideas de Nobert Elias. Por lo tanto, resulta más fácil encontrar interlocutores en la esfera pública (diarios, revistas divulgativas o de entretenimiento, charlas, clubs de lectura, editoriales) que no en las instituciones universitarias y en los circuitos especializados.
¿Puedes vivir de lo que haces?
Hasta ahora he podido porqué he disfrutado de una beca pre doctoral para llevar a cabo mi investigación. Una vez se me termine, que será en breve, descubriré la respuesta a la pregunta.
¿Qué cambiarías, si pudieras, para que tu trabajo tuviera más sentido?
Por un lado, modificar el modelo económico en el que se ha subyugado la investigación en filosofía (y en general las humanidades): recuperar el carácter ensayístico y literario de ésta en detrimento de la visión más sistemática y resultante. El imperio del papel y la revista académica ha llevado al hecho que se aborden los problemas filosóficos como si se tratase de experimentos en biología. Así mismo, se tendría que poner límites a la aceleración que la propia dinámica institucional incentiva: publicar, publicar, publicar. Por otro lado, y eso ya se ha repetido infinidad de veces, mejorar los vasos comunicantes entre la universidad y la esfera pública: que la cultura se encuentre alejada sistemáticamente de los grandes medios no se debe solo a la racionalidad productivista de unas instituciones que funcionen de facto como empresas, sino también por la convicción que el público no está dispuesto a tratar con unos contenidos que no pueda consumir.