Como Bartleby, Íngrid Guardiola preferiría no hacerlo y no obstante aquí está, a punto de iniciar la conferencia con ánimo -insinúa irónicamente- de un aguafiestas. Se encuentra en la posición de aquel que siente la necesidad ética de romper con lo políticamente correcto para desvelar una verdad desnuda, aunque incomode. Si partimos del planteamiento de Marina Garcés en la primera Aula Oberta, las humanidades son todas esas actividades que sirven para dar sentido a nuestras experiencias, pero, sobre todo, para afirmar su libertad y dignidad. El problema, nos alerta Guardiola, es que dentro de la cultura de la imagen en la que estamos inmersos -principalmente a través de las redes sociales como Facebook, Twitter o Google- las humanidades se ven imposibilitadas de la capacidad de afirmar la libertad y la dignidad de la experiencia. Íngrid Guardiola trata muchas cuestiones durante una conferencia dividida en dos partes. A continuación, he resumido aquello especialmente interesante.
Primera parte: el palacio de vidrio.
- El muro semántico de los medios
Google, Twitter, Facebook… instauran unas reglas del juego, “unas estructuras estructurantes” que nos indican sobre qué podemos hablar, de qué manera y en qué términos. La ordenación de la información en internet, nos recuerda a través del ejemplo de buscadores como Google, “responde a una jerarquía económica, quien más paga tiene más visibilidad y está mejor posicionado en la esfera 2.0.” Este muro semántico, nos pide Guardiola, tiene que ser desmontado y para hacerlo el proyecto humanístico tiene que hacer genealogía de la información. Es decir, desenmascarar las relaciones de poder en los medios de comunicación y analizar “no tanto lo que se dice sino cómo se dice y desde qué intereses.”
- La carrera político-cultural
“El hecho que la red sea el lugar donde se producen la mayor parte de los discursos políticos y culturales -no con un afán de explicar cómo funcionan las cosas, sino de posicionarse en la agenda de los que te darán estatus económico o poder- hace que la honestidad intelectual sea imposible.” Medios como Twitter o Facebook, nos dice, han estado una herramienta perfectamente perversa de concentración del debate público, un lugar donde la polémica permanente de estar a favor o en contra de las cosas imposibilita el diálogo real. Si queremos escapar de este callejón sin salida parece necesario crear redes culturales, virtuales o no, alternativas a las provenientes de Sillicon Valley.
- La cripta del individualismo (y no el solar o el parque…)
“El yo neoliberal funda su identidad en lo que hace, pero no de cara a los otros, sino de cara a sí mismo, es decir, en la imagen que se hace de sí mismo para agradar a los demás.” En este acto se está intercambiando la libertad y la dignidad por la visibilidad, cosa que paraliza cualquier proyecto humanístico. Es el “soy visto, ergo sum”. Pero no solo esto, sino que el refuerzo del yo individual basado en la imagen de uno mismo obliga a trabajar para las grandes empresas de la comunicación como Facebook, Google, Amazon o Microsoft. La transferencia de poder y de información a estas compañías, nos hace ver Guardiola, la hacemos de una forma inconsciente pero voluntaria y gratuita. Ellos nos dan servicios, correo electrónico, etc y nosotros les damos datos. De una relación similar de dominación se llamaba -en el siglo XVI en el seno del feudalismo- servidumbre voluntaria.
Por otra parte, el yo neoliberal que vive permanentemente en internet expuesto a los otros convierte la red en un espacio voyeur por excelencia. El problema con el voyeurismo es que el otro se convierte en un fetiche. En ningún momento el otro es considerado en términos igualitarios. “Si lo único que tenemos que hacer es espiarlo, enseguida se activan las pasiones asimétricas como la envidia, la admiración, etc. En ningún momento la fraternidad o estrategias de cooperación.” Es este funcionamiento voyeurístico el que genera que las relaciones sean siempre asimétricas en internet. “O eres visto o miras, no estás nunca al mismo tiempo.”
- Los lugares de trabajo invisibles
En los nuevos sitos de trabajo en la red la imagen que te construyes de ti mismo es parte de tu empleo: youtuber, blogger, challenger, _____ er… Los lugares de trabajo tradicionales han desaparecido, desaparecen las fábricas y con ellas el lugar donde hacer huelga. Se disimulan los mismos lugares de trabajo, se esconde la prueba de las condiciones de producción, funcionando según la lógica de la apariencia, como es el caso de las oficinas de la sede de Google, que parecen espacios lúdicos. Hay también una atomización y una tendencia al trabajo en solitario, en casa, que lleva a no diferenciar la vida personal de la profesional. Es, en resumen, el desmembramiento de la fuerza de trabajo colectiva y por lo tanto también de su poder de acción política conjunta.
Segunda parte: la negación productiva
- La jaula de acero invisible
“El precio que hay que pagar para vivir en una sociedad dominada a través de la burocracia es el desencanto, que funcione a través de unos protocolos que nadie sabe cómo se inventaron.” La burocracia, las estructuras de transmisión cultural y los límites de aquello políticamente correcto generan una jaula de acero invisible aparentemente neutra y despolitizada que, no obstante, limita aquello que se puede decir, hacer y comprender.
Íngrid Guardiola cita un fragmento excelente de Kafka para mostrar que actualmente la vulnerabilidad es invisible. “Usted no es del Castillo, usted no es del lugar, usted no es nada, por desgracia usted es sin embargo alguna cosa, un extranjero.” La cultura del siglo XX se preocupó de mostrar la vulnerabilidad al mundo, hombres y mujeres débiles que hacían de la desesperación su fuente de inspiración. Gregor Samsa, El hombre sin atributos, Chaplin… mostraban una vulnerabilidad que sigue siendo necesaria reivindicar en el siglo XXI. Hoy en día se reivindica lo contrario, la superación de la mujer o del hombre vulnerables a través de la ciencia, del ciborg que se ha perfeccionado a través de implantes tecnológicos. Guardiola cree que nos deberíamos fortalecer en nuestra vulnerabilidad, ya que dejar de afirmar nuestra debilidad nos hace más vulnerables aún.
Conclusión: Preferiría no hacerlo
Íngrid Guardiola ve claramente que la dignidad y la libertad humanas no se pueden afirmar a través del culto al “soy visto, ergo sum.” Su afirmación tampoco aparecerá espontáneamente a través de las redes sociales o de comunicación actuales, que responden a los intereses de las grandes corporaciones como Facebook, Twitter, Google o Microsoft. “De todas estas cosas que me ofrecen no quiero saber nada. No quiero perder el tiempo diseñando vidas que no son vivibles. [¿Por qué no decimos no?] ¿Por qué no llevamos a la práctica aquel no productivo? [Al hacerlo] es como si perdiésemos alguna cosa, cuando en realidad [no haciéndolo] lo único que pasa es que cada vez tenemos menos tiempo.”