¿Cómo describirías tu ámbito de trabajo y cómo te definirías?

Escritura, edición, traducción. A lo largo de mi vida el orden de estos tres elementos ha ido cambiando. Empecé a trabajar de forma casi exclusiva como traductor; después la edición (la edición de clásicos, concretamente) ocupó más espacio; ahora es a la escritura que dedico más tiempo y más esfuerzos, y por eso me defino como escritor.

¿Qué necesidad lo inspira y qué consecuencias tiene lo que haces?

Puedo escribir para dar sentido a un trozo de mundo, o para hacer que se tambaleen sentidos demasiado pesados, especialmente las jerarquías modernas que aún nos dominan, o para revivir experiencias de lectura que me han afectado. Seguramente escribiría aunque no tuviese ninguna consecuencia. Pero sí que tiene: puede crear o transformar imaginarios, desnudar formas de poder, dar una voz pública a personas o tradiciones o lugares que no la tienen. El momento más maravilloso es cuando un lector solitario, con los ojos alucinados ante una belleza extraña, se da cuenta de que ya no volverá a ver el mundo como antes. Pero este momento el escritor ya no lo presenciará, y supongo que es bueno que así sea.

En cuanto a la edición y la traducción, quizás la necesidad que las inspira, y que de hecho las conecta con la escritura, es la hacer una tradición. La tradición no es nada que te venga dado, no es una herencia: es una conquista individual en un entorno determinado. La tradición entendida de esta manera te libera de repetir los clichés de tu época y te permite ir más allá de la rutina invisible de tu punto de vista; es un dialogo con unos amigos que te hacen más fuerte con sus réplicas y siempre piden más de ti.

¿Te sirve el marco disciplinar e institucional actual?

La escritura no es una disciplina y no lo debe ser, pero se nutre de todas las disciplines. Yo tengo formación acadèmica: soy filólogo clásico y he estudiado música, y he procurado mantener lazos con la universidad, donde ahora imparto algunas asignaturas como profesor asociado, pero a la vez he trabajado siempre en el mundo editorial. Tener un pie en cada lado quizás me ha ayudado a mantener una cierta independencia de espíritu. En este sentido las instituciones me han sido útiles, pero sé con seguridad que no podría consagrar todas mis energías a un único lugar en una institución o a una única disciplina bien acotada: el aburrimiento (o algo peor) me devoraría. La escritura necesita distancia para poder ser fiel a los hechos más básicos de la vida.

¿Dónde encuentras a tus principales interlocutores?

Son los amigos y la família. Son ellos los que me hablan de las cuestiones más fundamentales, que me dicen las palabras más hondas. Después, naturalmente, he encontrado algunos interlocutores en el mundo editorial y universitario, en las redes sociales y en actos como los clubes de lectura. Y al final, si lo pienso bien, los he encontrado y aspiro a encontrarlos en  cualquier sitio: una parte del trabajo de escritor consiste en aprender a escuchar y mirar a todo el mundo, a saber apropiarse el punto de vista del otro, aunque este otro no tenga nada que ver contigo.

¿Puedes vivir de lo que haces?

Sí.

¿Qué cambiarías, si pudieras, para que tu trabajo tuviera más sentido?

Haría que el gusto por leer y escribir impregnase más todos los niveles educativos y la esfera pública. Que se transmitiese este gusto con sentido del juego y de la responsabilidad. Que la promesa moderna de la alfabetización universal no fuese solo un mecanismo para convertir a las personas en piezas funcionales en el engranaje de la Sociedad, sino una manera de hacerlas más sensibles a su lengua y a las lenguas, al fondo lingüístico del ser humano, a las limitaciones de la razón abstracta y de los discursos universalistas

(Solsona, 1979) Filólogo, traductor, escritor y editor. Recientemente ha ganado el Premi Llibreter de Literatura Catalana 2017 por Els estranys (Edicions de 1984).

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