(Girona, 1980) Doctora en Humanidades por la Universidad Pompeu Fabra. Es profesora asociada del Grado de Comunicación Cultural de la Universidad de Girona. Ha sido profesora de programas de grado, posgrado y máster en la Universidad Pompeu Fabra y en la Universidad Rovira y Virgili. Coordina el MINIPUT (Muestra de Televisión de Calidad) des del 2002. Desde 2001 colabora con el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), actualmente coordinando el proyecto Soy cámara en red y coproduciendo y corealizando algunos programas de Pantallas CCCB (BTV). Ha participado en iniciativas como TVLata y el Canal Cultural de TVE, a la vez que ha cocreado proyectos como Radiomensió (2006-2007), el Festival Surpas (2008-2011) y www.pioneresdelcinema.cat, un proyecto que investiga sobre las profesionales del cine. Ha impartido conferencias y cursos en centros como el CCCB, el MACBA, CaixaForum, el Centre Cultural La Mercè de Girona, el Museo del Cine de Girona, el Bizbak de Bilbao y el Festival REC de Tarragona. Ha publicado artículos en los diarios La Vanguardia y Público, además de la Editorial Gedisa, Edicions 62, Quaderns del CAC, L’Avenç, Venuspluton.com y Blogs&Docs, entre otros. Desde 2005 forma parte del Col·lectivo de Críticos de Cine de Girona-Cinema Truffaut y ha trabajado para festivales de cine como el Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges, Docúpolis y el MICEC.
¿Cómo describirías tu ámbito de trabajo y como te definirías?
Me cuesta mucho definirme porque estoy con Foucault que se escribe para perder el rostro, se escribe, se hace, se llama o se piensa, para ser otro o un nosotros que diría Garcés. Me ha guiado mucho el credo de intentar evitar la especialización, las sectas y las capillas de todo tipos. Posiblemente sean entornos más cómodas, más confortables, también en un sentido epistemológico, puesto que se trabajan con marcos y prácticas y palabras comunes, pero también más peligroso, puesto que puedes acabar haciendo las cosas para mantener el grupo y no la investigación o producción cultural en sí misma.
Hoy en día, de hecho, la frase “somos el que hagamos” se utiliza en un sentido muy perverso. En ninguna parte de tomarse desde la responsabilidad individual y col•lectiva, se concibe desde el capitalismo neoliberal para ser explotados de una forma más efectiva, menos traumática por el individuo, más maquillada: “Ser tú mismo marca la diferencia” (Mailchimp), “Piensa diferente” (Apple), “Justo tono it” (Nike). El trabajo significa el ser, con lo cual, dejar de hacer es dejar de ser.
Si me tengo que definir, me defino como investigadora y productora cultural que acaba generando ideas, textos, obras audiovisuales, contextos, reivindicaciones colectivas o relaciones humanas. Me gusta indagar en las relaciones sociales, culturales y filosóficas que se establecen entre la cultura, la tecnología y la sociedad. Me interesa pensar ámbitos culturales desde rutas humanísticas que sean capaces de cuestionarme a mí misma y la propia ruta. Por ejemplo, investigar la televisión de calidad (que en sí parece un oximoron) o la historia del cine desde el punto de vista del género o las políticas culturales desde la ética y el interés público o la tecnología desde el otro lado de las tecno-utopías.
¿Qué necesidad lo inspira y cuáles crees que son las consecuencias de lo que haces?
El sentimiento fruto de una percepción continuada a lo largo de los años (posiblemente lo único que no ha cambiado) de una injusticia permanente y congénita del proyecto civilizador. Por qué alguien es más importante, más privilegiado… que alguien otro? Por qué el tiempo, la dignidad o la integridad de unos es más importando que el de los otros? Me inspira aprender a reaprender la historia de la cultura y poder transmitir esta desprogramación histórica. También me inspira el poder de la negación, una negación productiva que hace del “no” individual uno “sí” social o colectivo. Intento, siempre que puedo, seguir la vía de la cultura o pensamiento crítico, no desde la prescripción negativa, sino desde la interrogación permanente. También me animan los retos más que las conclusiones y resultados.
¿Te sirve el marco disciplinar e institucional actual?
No creo que sea muy útil para nadie la burocratización, privatización y mercantilització extrema del conocimiento a las cuales nos enfrentamos hoy en día. Parece más útil ser, como decía Kafka, “el negativo de mi tiempo”. A menudo el marco disciplinal e institucional sirven para definir el que no quieres llegar a ser, a hacer o el que se tiene que transformar, de aquí que tú mismo acabes siendo este “negativo de tu tiempo”. Y no es para traer la contraria, sino porque en cultura hay muchas herencias, inercias, intereses económicos y de capital simbólico. Un marco disciplinar e institucional se impone no porque sea lo mejor para los participantes de este marco, sino porque es lo más adecuado para los quién lo gestionan y se benefician.
Hoy en día se habla de “nuevas institucionalidades”, pero a la larga se está viendo que en materia de políticas públicas costa mucho que esta “novedad” pueda cambiar el marco y el que los políticos o los gestores acaban haciendo es ir a los fragmentos, a las migajas, a los rincones que han conseguido liberar del marco institucional pero que, necesariamente, se ha reinstitucionalitzat. Los marcos tendrían que ser pautas transitorias; si estos no cambian no tiene sentido hablar de “nuevas institucionalidades”.
¿Dónde encuentras tus principales interlocutores?
Ente las palabras de muchos autores y autoras muertas. Con los radicales libres y los que todavía piensan que lo tienen todo para aprender. Esto no tiene edad ni generación, he encontrado cómplices jóvenes y grandes, sin limitación de género ni edad. Eso sí, si puedo generalizar, la generación anterior ha sido una interlocutora pasiva, puesto que buena parte de sus miembros todavía definen las agendas públicas de la cultura y organizan y jerarquizan el capital cultural y sus prácticas. Unos cuántos se han tomado demasiado en serio la frase “aquello personal es político” pero en el sentido contrario, en la línea: “aquello político es personal”, es decir, el primar la endogamia, los círculos de amistad y el estatus social. La cultura, en general, no es modesta, es ostentosa, de aquí que prime el clubbismo por encima de los proyectes humanistas. Se tiene que salir de la zona de confort y de la endogamia. Hoy en día sufrimos un doble otro mal: el de la mediatización de la clase intelectual y el de la frivolización de la cultura traída al campo de las “tendencias”. Los dos males nacen en #los medios y, en algunos casos, se esparció por la ciudad y otros territorios. El marco de referencia del discurso cultural y de sus prácticas lo dan #los medios y sus portavoces que predican, como decía Kluge, un esperanto que pueda ser universalmente comprendido, es decir, la regla de aquello mediano o mediocre. El discurso, acontece, una tautología en nombre de la audiencia, parafraseologia vacía. Y el falso intelectual: un fetiche el discurso del cual ha sido hipostasiado gracias al poder de la imagen, de su imagen.
¿Puedes vivir de lo que haces?
Voy tirando porque trabajo todo el día, no tengo propiedades, soy trabajadora autónoma y, en la universidad, asociada. Esto me da mucha flexibilidad, pero me desprovee de una cosa esencial: la comunidad. También me desprovee de la seguridad, evidentemente, pero la seguridad sin comunidad es cosa muerta, la comunidad sin seguridad puede acontecer un cuerpo muy frágil.
Qué cambiarías, si pudieras, por qué tu trabajo tuviera más sentido?
Se habla mucho, y no va, de la Lava Básica Universal. Seria la única solución porque el trabajo, también el humanístico y el creativo, no aconteciera un chantaje permanente. También sería una solución porque se aconteciera lo que Jorge Riechmann denomina “moderar extremistán”, es decir, ante la certeza que el capitalismo tiene que desacelerarse y la producción tiene que decrecer si no queremos que de aquí cien año se extinga la humanidad y el planeta, un remedio a nuestro alcance sería la re-estructuración de los marcos de producción de bienes materiales e inmateriales. Y esto podría pasar por la Lava Básica Universal. Esto permitiría que ciertas malas praxis actuales de las instituciones políticas y culturales que se dan para mantener cuotas de poder y sueldos y beneficios económicos, no fueran la prioridad. Esto quizás haría más fácil transformar las propias instituciones en lugares menos fordistas, menos jerárquicos, menos inerciales, menos burocráticos, menos hipócritas, más permeables, más filantrópicos y más útiles para el bien común. Uno de los bienes comunes que hace falta reconquistar es lo del tiempo, el que Marina Garcés denomina el “tiempo vivible”.