“Tenemos que empezar a perder el respeto a las humanidades”
Eudald Espluga ha defendido en esta aula oberta una tesis tan incómoda de asumir como interesante. Para hacerlo se sirve del término “gentrificación”, un neologismo en nuestra lengua que permite sintetizar, explica, la situación en la que se encuentra el pensamiento actualmente. Antes de entrar en detalles, es interesante recorrer la etimología de esta palabra. Gentrificación proviene del inglés “gentry” y se puede traducir como elitización o aburguesamiento de un barrio pobre que pasa a ser habitado por gente rica. La gentrificación implica la exclusión de aquello que no es rentable en pro de la inclusión de aquello que sí lo es -siguiendo el ritmo siniestro de las leyes del mercado y del poder-. A su vez, este fenómeno va también ligado a una transformación urbanística y arquitectónica. En los barrios antiguos, allí donde había calles laberínticas y construcciones a medio derruir, comienza a imponerse el deseo de un barrio planificado y diáfano, de edificios deslumbrantes y grandes avenidas monumentales. Todo en nombre, digámoslo claro, de la seguridad y la practicidad. Es a través de esta imagen urbanística trasladada al campo del pensamiento que Espluga critica la situación de las humanidades en la actualidad. Por gentrificación entiende “la transformación del pensamiento en una herramienta eficiente, práctica, expeditiva, que simplifique y estructure una realidad que de entrada se presenta como indócil, diversa y que nos la devuelva más dúctil, más aprehensible y más homogénea.”
Inspirandose en el filósofo alemán Odo Marquard, que irá apareciendo en la conferencia, Espluga distingue tres sentidos diferentes de gentrificación asociados a tres pretensiones vanas de las humanidades.
Primera gentrificación: La idealización de la crítica.
Espluga alerta que el pensamiento crítico se piensa a sí mismo “como el último reducto galo de la subjetividad”, es decir, como un afuera de todo. Lo hace como si las condiciones de su producción estuvieran al margen de todo aquello que eventualmente pretende criticar -las leyes del mercado, un mundo racionalizado, un capitalismo neoliberal, etc-. Para Espluga, el pensamiento crítico genera la ficción de una exterioridad incluida, de un afuera que podrá transformar el dentro. “En este juego de transición recae el efecto gentrificador, [ya que] la promesa de pensamiento crítico lleva implícita la promesa de un espacio habitable, de un espacio rehabilitado, previsible y tranquilizador.” Defiende que la crítica, cuando pretende situarse en un afuera, queda reducida a mera ideología y “acaba generando una especie de sesgo analítico que refuerza los mismos patrones culturales que aspira a criticar en la medida que acaba ofreciendo una salida meramente simbólica”. Ahora bien, no sé hasta qué punto la crítica de Espluga es contradictoria, pues el pensamiento crítico, incluso a través de una gentrificación que simplifique y estructure la realidad, lo que se propone es ofrecer una salida que no sea meramente simbólica, sino práctica.
En cualquier caso, los ejemplos -que podéis encontrar en el vídeo- de los que se sirve Espluga para mostrarlo son múltiples y sugerentes, van des de los premios de la cadena televisiva MTB ha inventado a la “mejor crítica al sistema”, pasando por la interpretación nihilista habitual de David Foster Wallace hasta un pasaje de una novela de Don DeLillo.
Otro elemento interesante de la conferencia es cuando argumenta que las humanidades, a pesar de lo que viene de exponer, no se encuentran determinadas por el hecho de encontrarse dentro del sistema que las hace posibles. “La premisa simplificadora según la cual una especie de capitalismo diabólico se habría apoderado de nuestras emociones [y pensamientos], manipulándolos a toda hora y destruyendo los valores a través de sus malas artes mercantilistas” es otra vez exagerada. Sirviéndose de una cita del ensayo “Emocionense así” de Eloy Fernández Porta, el ponente llega a una síntesis reveladora. “No, ni los publicistas corrompen el amor ni pervierten las ideas puras, no hay un fundamento moral de la poesía o del pensar que desaparezca al trasladarse a los carteles. Este lenguaje, el del realista capitalista, participa de aquello puro y del regalo incondicionado, y no sólo de una manera retórica sino también estructural”. El pensamiento crítico y las humanidades, parece que quiera decir Espluga, siguen participando de aquello puro e incondicionado aunque estén producidas en el sí de los mecanismos del sistema, no es necesario que se pretendan un afuera de todo para poder realizar la función crítica. Lo que no queda claro es que, aceptando que esto sea así, ¿no tendría que participar el pensamiento crítico, gentrificado si se quiere, también de aquello puro e incondicionado? ¿Es Espluga más exigente con el pensamiento crítico que con el amor o la poesía? Y aun, ¿se podría hablar también de gentrificación de la poesía o del amor?
Segunda gentrificación: La subordinación del pensamiento al proyecto.
La segunda pretensión de las humanidades tiene que ver con la utilidad, el proyecto y la emancipación. Espluga detecta que la inutilidad de la que se quieren perfumar las humanidades es retórica. Lo ejemplifica con el libro de Nuccio Ordine “La utilidad de lo inútil” donde, con el juego entre diferentes sentidos de la palabra utilidad, acaba rehabilitando el servicio de las humanidades a un proyecto más amplio en el que la vida puede resultar llena y significativa. En este punto Espluga nos alerta, siguendo George Bataille, que todo proyecto implica entrar en la lógica de aquello útil, racional, discursivo, plano o prosaico. Siguiendo esta línea, Espluga nos dirá que el pensamiento, si no quiere gentrificarse y traicionarse a sí mismo, no puede subordinarse a la idea de utilidad, proyecto o emancipación. En este punto el lector se preguntará evidentemente si no es posible restituir un pensamiento no subordinado que, sin embargo, tenga potencial emancipador y sea útil para algún proyecto colectivo -tal y como pedía Marina Garcés en la primera aula oberta-. Me parece que la respuesta de Espluga seria negativa, ya que, si en algún sentido podría hablar de emancipación, es en el de una actividad humanística sin vocación práctica sino entendida como una praxis, esto es, como una actividad que encuentra su fin en sí misma.
“Resumiendo, con esta segunda pretensión de sentido del pensamiento, se acaba optando por una segunda vía de gentrificación que hace imposible que el pensamiento tenga complejidad, profundidad o expresividad. Se suprime el pensamiento abstracto […] o la reflexión que nos abre las puertas de la perplejidad. Bajo la ley del proyecto, la inutilidad de las humanidades se vuelve irreal y el gesto improductivo de Bartleby se convierte en un atentado.”
Tercera gentrificación: El sujeto autónomo como garantía de la crítica
La tercera pretensión, y ya la última, está relacionada con la identificación entre pensamiento crítico y sujeto autónomo. El concepto de pensamiento crítico se ha rodeado, dice, de una serie de ideas que giran a su alrededor como son las de originalidad, autenticidad o singularidad. La crítica cultural cree pues que tiene que sobreponer el pensamiento a su circunstancia, rompiendo los prejuicios que la rodean, para poder pensar fuera del marco o de la zona de confort. En este caso, el papel gentrificador de la crítica consiste justamente en desbrozar, rehabilitar y simplificar, distinguiendo aquello que parece verdad de aquello que lo es realmente.
“Por lo tanto, esta tercera pretensión crítica consiste a creer que el pensamiento crítico puede autonomizarse del contexto que la hace posible y deshacerse de sus raíces hasta el punto de convertirse en pensamiento autárquico, y en segundo lugar, que es posible diferenciar limpiamente entre representaciones correctas, éticas y políticamente correctas por un lado, y simulacros, prejuicios e ideología por el otro.”
Síntesis
En esta aula oberta, Espluga nos previene que detrás de la pulsión de diafanidad que caracteriza el pensamiento crítico hay un elemento perverso. Sirviéndose de una cita a Fernandez Porta, Espluga repite más de una ocasió una frase reveladora. “Todo esto [la gentrificación del pensamiento en sus diferentes formas] sólo tiene sentido como reafirmación de unos valores [los del capitalismo neoliberal] en el contexto del espectáculo de su transgresión.” Esto es, las aspiraciones actuales del pensamiento crítico son meramente simbólicas porquè han quedado absorbidas por el sistema. La llamada que hace para las humanidades y la filosofía, citando Maria Zambrano, George Bataille y el segundo Wittgenstein, entre otros, está en la línea que formula Odo Marquard con precisión. “La filosofía consiste en mantener en funcionamiento las fábricas de metafísica, es decir, las fábricas de unas metafísicas que tienen que ser contradictorias entre sí y tienen que acabar produciendo un excedente de disenso. No necesitamos respuestas correctas a las preguntas importantes, sino respuestas inconmensurables que permitan mantener todas las preguntas abiertas.”
Ha querido acabar la conferencia con una cita a Richard Rorty, con el cual resume “la defensa de un pensamiento más humilde, confuso, más contradictorio y hasta más banal.”
“Tenemos que empezar a perder el respeto a las humanidades”