#1 – HUMANIDADES EN TRANSICIÓN

Marina Garcés

“No sabemos qué son las humanidades y el futuro aún menos, pero rechazamos la doble condena de que no habrá humanistas y de que no habrá futuro”. Con estas palabras la filósofa Marina Garcés daba la bienvenida a los “humanistas del futuro” al Aula oberta que ha convocado el Institut d’Humanitats para celebrar su trigésimo aniversario. Un aula que pretende ser un espacio de encuentro y de estímulo para reflexionar sobre qué son las humanidades y cuál es hoy su sentido. Sin caer ni en la nostalgia ni en la lamentación.

Por este espacio abierto a la interpelación y la crítica, pasaran 14 personas vinculadas de una forma u otra a la cultura y las humanidades, des de investigadores que trabajan para la academia, hasta artistas, escritores, activistas o poetas. Todos ellos reflexionaran sobre el sentido, las limitaciones y los retos de lo que hacen en el día a día.

En esta primera sesión del Aula oberta, Marina Garcés ha planteado, a partir de cinco hipótesis, un recorrido por las fisuras y los retos de las humanidades en nuestra sociedad. Un discurso que podría llevar por título “Humanidades en transición”, es decir, humanidades que ya están aconteciendo.

Hipótesis #1: el desinterés por la cultura que percibimos es en realidad una desinstitucionalización de la cultura. Esta palabra, que es de mal pronunciar, pero aún más de leer, se traduce concretamente en una serie de fenómenos que por desgracia conocemos demasiado bien. Productores teatrales, editores, músicos, que desarrollan su actividad sin remuneración bajo el chantaje que si no se hace gratuitamente no se haría. Investigadores que no encuentran en la universidad un marco que les permita dar sentido a su trabajo diario, estudiantes que dejan los estudios porqué tampoco encuentran sentido a lo que hacen. Profesores universitarios que dan clases sin cobrar, o con un contrato precario. Políticas culturales llevadas a cabo no por la administración pública, sino cedidas a fundaciones, asesores privados…

Es decir, si entendemos con Marina Garcés por cultura o actividades humanísticas “aquellas actividades con las cuales se elabora y se forma el sentido de la experiencia humana”, es evidente que éstas han dejado de llevarse a cabo principalmente en los marcos institucionales que hasta ahora las han acogido. Porque hay que dejar claro que la desinstitucionalización de la cultura no implica una pérdida de interés por la cultura, sino tan solo un desplazamiento de los lugares y las formas en las que se desarrolla.

Según Marina Garcés, si no se produce ésta reapropiación por parte de las humanidades, será el capitalismo, con su “proyecto político, cultural y epistemológico”, el que impondrá los límites y el sentido de lo que significa ser humano. El proyecto epistemológico del capitalismo, explica Garcés, tiene que ver con lo que se empieza a llamar cuarta revolución científica e industrial, un giro copernicano que construye un nuevo concepto de inteligencia productiva y que va más allá de la sociedad de la información y la comunicación. Ésta inteligencia permite fusionar lo físico, lo digital y lo biológico para desarrollar un conjunto de tecnologías que transformarán el mundo y desafiarán, si no lo hacen ya, aquello que se ha entendido por ser humano hasta el día de hoy. Ante esta resignificación de la inteligencia, que se convierte des de ahora en “más y menos que humana”, las humanidades tienen la necesaria tarea de preguntarse dónde queda la inteligencia reflexiva, autónoma y libre. Así, en resumen y volviendo al inicio de ésta primera hipótesis, aquello que parece desinterés por la cultura es en realidad producto de la desinstitucionalización de la cultura, fenómeno que aprovechará el proyecto cognitivo del capitalismo para sus propios fines si las humanidades no le ponen freno.

Marina Gacrés

Hipótesis #3: puede que hayamos perdido el futuro, pero no podemos seguir perdiendo el tiempo. La emancipación de la que habla Garcés dependía en el lenguaje moderno de una idea de futuro. Históricamente, explica la pensadora, la ilustración plantea que el duro trabajo de la cultura abre un camino de progreso moral, una idea que el liberalismo transformará en prosperidad material y que, finalmente, el pensamiento revolucionario también resignificará. El gran problema de las actividades humanísticas es que la narración de futuro se ha roto. Ésta tercera hipótesis plantea la necesidad de salir del tiempo de la promesa y situar-se en el tiempo presente, pero no para lamentar la catástrofe, sino para articular desde aquí una alianza entre todos los saberes, ciencias, letras, artes plásticas y teóricas contra ésta amenaza apocalíptica. Garcés afirma reiteradamente que si las humanidades olvidan ésta necesaria tarea están dejando un vacío que el proyecto epistemológico del capitalismo ocupará ofreciendo la salvación a través de la tecnociencia que posibilita aquella inteligencia más y menos que humana. ¿Pero puede la tradición humanística, tal y como la hemos heredado, afrontar la tarea de vincular saber con emancipación para ofrecer una alternativa al proyecto cognitivo y epistemológico del capitalismo?

Hipótesis 4: la tradición humanística sólo podrá vincular el saber con la emancipación si deja de lado la actual actitud defensiva y se compromete con “el destino común de la humanidad”. Aquí, en consecuencia, Garcés pide que las humanidades no se limiten a adoptar posiciones críticas y autorreferenciales con el legado humanístico europeo, eurocéntrico y patriarcal. La filosofa alerta que el antihumanismo de tipo crítico a la estela de Heidegger y Foucault parece abocarnos a un vacío que el proyecto político del capitalismo ocupará rápidamente. Las humanidades, si quieren ofrecer una alternativa, tienen que ir pues más allá del antihumanismo y apostar por “transformar la crítica del humanismo histórico y de sus modelos (imperialistas, universalistas, etcétera) a un lugar que no borre nuestra capacidad de vincularnos con el fondo común de la experiencia humana”. Éste fondo común de la experiencia humana ya no necesita construir modelos universales, sino que son el conjunto de experiencias concretas a través de la cuales se puede encontrar y elaborar de manera compartida el sentido de éste destino común de la humanidad.

Hipótesis 5: en el destino común de la humanidad el hecho epistemológico más relevante es que hemos redescubierto la continuidad cultura-natura. Para la autora, esto significa que se ha redescubierto una cosa tan simple y evidente como la condición natural de la humanidad, que se había convertido en un proyecto a realizar. Garcés alerta que el proyecto del capitalismo cognitivo ya ha empezado a trabajar sobre este reencuentro cultura-natura, proponiendo un nuevo concepto de inteligencia construida al servicio de la productividad. Esta nueva inteligencia, llevadora de lo que se ha llamado la cuarta revolución industrial, configura y elabora un proyecto epistemológico, educativo y cultural que de momento parece controlado por empresas y bancos. La pregunta de cómo redefinir los sentidos de la emancipación toma ahora una concreción.

Para terminar las cinco hipótesis, Garcés destacó que “lo que está en juego es la dignidad y el sentido de la experiencia humana, es decir, la capacidad de elaborar su sentido y su valor, de transformarnos a nosotros mismos y a nuestro mundo libremente”. Lo que está en juego, en definitiva, es qué significa ser humanos, la victoria de “lo necesario contra lo imperativo”, es decir, entre la necesidad de vivir comprometidos con el sentido de lo que es ser humanos y el imperativo del proyecto epistemológico del capitalismo. El Aula oberta quiere ser el escenario donde se pueda librar este combate, y desde la convicción que la batalla de lo necesario contra lo imperativo ya se está haciendo, las jornadas son la oportunidad de visualizar una cartografía actual delas humanidades y de elaborar el sentido de la experiencia humana a partir del diálogo de todos los participantes.

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