AULA OBERTA #3: MANEL OLLÉ

Manel Ollé

Presentaciones

Para la presente crónica conviene que me presente. De esta forma se entenderán mejor algunas de las reflexiones que aportaré. Trabajo de profesor de secundaria en un instituto de Barcelona, donde imparto las asignaturas de filosofía, física y francés en bachillerato, así como dos asignaturas de ciencias en la ESO. Esta experiencia docente me confronta con una problemática que, a veces ladeada dentro del debate educativo, se ha repetido a lo largo de las tres aulas abiertas. Estoy hablando de la desmotivación, del desinterés por el aprendizaje del currículum escolar que no se reduce a las asignaturas de letras, sino que afecta también las de ciencias. En un aula de bachillerato hay siempre un grupo significativo de alumnos que responden con convicción, si se lo preguntas, que la mayor parte de asignaturas que estudian no les interesan y que tampoco les servirán de nada. Solo se implican en ellas, está claro, porque es lo que se espera de ellos y en vistas a las posibilidades laborales que se abrirán cuando obtengan el título. Hay otros alumnos, conviene reconocerlo también, que encuentran sentido a lo que hacen y disfrutan aprendiendo. En cualquier caso, éstos últimos no son mayoría y la conferencia de Manel Ollé, enfocada a dar sentido y valor a las humanidades, me ha llevado a repensar reiteradamente la desmotivación en los institutos.

Manel Ollé ofrece siete propuestas para estimular las humanidades que, aunque no haya hablado de ello de forma directa, me han conducido inevitablemente a un concepto fundamental, la curiosidad. La curiosidad permite repensar la problemática en la educación escolar y a la vez introducir la figura poliédrica d’Ollé. Él se define simultáneamente como investigador “dentro y fuera de la universidad, dentro y fuera de los medios de comunicación”. Poeta, profesor de historia y cultura china, ensayista, crítico literario, traductor… Es, me parece a mí, alguien que cultiva una curiosidad incisiva, transversal y creadora que va más allá de las tendencias predominantes en el mercado. Es una curiosidad dispuesta a incomodar, a mirar allí donde se debe aunque duela. Su discurso es fértil porque entreteje permanentemente conceptos procedentes de la poesía, del ensayo, de la cultura china y de su tarea de profesor. Si la inteligencia creadora consiste en encontrar similitudes a ideas aparentemente lejanas, la manera que tiene Ollé de hacerla surgir es abrir la mirada a horizontes amplios en el espacio y el tiempo.

La curiosidad

Es interesante desarrollar el concepto de curiosidad, que vincularé a la conferencia de Ollé y también a la problemática educativa. El ser humano tiende por naturaleza al conocimiento, nos dice Aristóteles al inicio de la Metafísica. Es decir, el ser humano es curioso por naturaleza. La curiosidad alimenta la sed de saber, de ampliar horizontes. Todos los niños nacen con esta curiosidad intrínseca -los que son padres lo han comprobado-, ya que el aprendizaje es una necesidad para habitar el mundo. Además, para Aristóteles, aprender va acompañado de un placer intrínseco, vinculado a los sentidos, independiente de su utilidad. Jo añadiría que el placer también va vinculado al dominio y la previsión que desarrollamos sobre el mundo a través de éste, es decir, a su utilidad. En cualquier caso, la curiosidad nos empuja a adentrarse en nosotros mismos y a afinar el juicio del mundo que nos rodea. De la curiosidad resulta la capacidad de hacernos nuestro el mundo, de transformarnos, de “saber, hacer y comprender” lo que permite y da valor a la vida. Esta curiosidad, y aquí es donde éste concepto se vincula con Manel Ollé, no está confinada a una realidad particular de buen inicio y para siempre, sino que es flexible, se dirige en múltiples direcciones y busca, no obstante, construir un saber holístico, interconectado y profundo que dé sentido a la experiencia y al futuro. Las humanidades, parece decirnos Ollé tanto a través de su praxis como de su discurso, se crean a través de una mirada curiosa, abierta, interconectada, para la cual se necesita persistencia, calma y valentía. Sospecho que para Manel Ollé la poesía, la cultura china, la crítica literaria, el ensayo… forman parte de un mismo todo, de una misma mirada llena de intensidad que se dirige en múltiples direcciones pero que retorna y se unifica en un saber interconectado. Esta curiosidad, intrínseca a todos nosotros, es la que Ollé llama “apertura” y que reivindica como aspiración fundamental para las humanidades. Personalmente, yo pido repensar las condiciones necesarias para transportar esta curiosidad y apertura también al ámbito educativo.

El desinterés en el instituto

Ante este planteamiento, la pregunta que me he formulado de forma recurrente des de la perspectiva docente es inevitable. ¿Dónde está recluida la curiosidad, la apertura a nuevos horizontes de la que habla Ollé? ¿Qué está sucediendo en el aprendizaje escolar que tiene como consecuencia el desinterés y la desconexión ante el currículum académico? ¿Por qué la actividad académica es tantas veces corta de miras, cerrada en sí misma, endogámica? Parecemos arrojados, en el sector educativo y también cultural, al escenario que describe Platón en el mito de la caverna. En éste, los individuos se acomodan y agarran a su ignorancia, huyendo del esfuerzo, el sacrificio y la valentía que implica toda apertura de horizontes, pero también renunciando sin saberlo a su placer y su potencial emancipador. La conferencia abordó, sin proponérselo directamente, las causas de éste desinterés y de ésta desconexión tanto en el ámbito educativo como cultural. Más que hacer un estudio sociológico, no obstante, el ponente parece decirnos que, para conectar las humanidades con los retos de la sociedad contemporánea, y esto es también, para escapar del desinterés, es preciso hacer de las humanidades un saber abierto al mundo y al diálogo, que huya del gremialismo y la autoreferencialidad para comprometerse con la realidad de nuestro tiempo. De ésta necesidad ya habló Marina Garcés en la conferencia inaugural, y Ollé se incorpora al diálogo.

Siete aspiraciones

Manel Ollé nos propone siete aspiraciones que deberían asumir los saberes y las actividades humanísticas si queremos dotarlas de sentido, hacerlas imprescindibles. A lo largo de las dos aulas abiertas anteriores, ha quedado claro que dentro del proyecto epistemológico del capitalismo del que hablaba Garcés no se produciría espontáneamente ningún proyecto cultural emancipador. Así, Ollé nos propone combatir la pasividad y la tibieza de unas dinámicas culturales que tienden a entretener, a adormecer y a convertir los individuos en consumidores de “productos [culturales] adocenados e igualados a la baja”. Es decir, si no se renuevan las aspiraciones de las actividades humanísticas, éstas resultaran estériles y quedaran confinada a la marginalidad. Las humanidades, parece decirnos, para ser imprescindibles, se tienen que reencontrar con nuestra naturaleza, radicalmente curiosa y sedienta de saber, para construir una cultura global compartida basada en la permeabilidad y el reconocimiento mutuo. Este planteamiento es necesario también llevarlo, es evidente para mí, al ámbito educativo. Si no se hace, el aprendizaje resulta estéril o, en el mejor de los casos, simplemente finalista en el sentido que definía Casassas.

Aspiración #1. Apertura. En un mundo interconectado, es absurdo y anacrónico pretender que el que pasa en otras culturas no nos atañe. Lo que sucede en la otra punta del mundo nos afecta y nosotros afectamos. La pobreza, la inmigración, la precariedad, los refugiados, para citar sólo algunos ejemplos, ponen de manifiesto que la globalización ha interconectado el mundo. Así, es necesario para las humanidades abrir la mirada y ampliar horizontes, conectar realidades aparentemente aisladas para construir un conocimiento compartido que posibilite el diálogo entre diferentes países y culturas. El uso actual de las tecnologías de la información y la comunicación no genera espontáneamente consciencia crítica, sino aislamiento, individualismo y pasividad. Hay excepciones, claro, y son éstas las que hay que desarrollar tanto a través de nuestra praxis individual como a través de un proyecto político, como decía Casassas en la conferencia anterior. En nacimiento de la xenofobia y de movimientos de ultraderecha en diferentes países de Europa, o las incontables tragedias que viven los refugiados son la muestra que las humanidades aún no han logrado este reto necesario. Solo mediante esta condición de apertura podremos construir un mundo más habitable, entre todos.

Aspiración #2. Independencia crítica y creativa. “Evitar toda instrumentalización, no servir al poder, pero servirse de él y saberlo llevar dignamente si es necesario.” Ollé pide huir de gregarismos y gremialismos, buscar una apretura integradora que no tiene que pasar necesariamente por la militancia política, pero sí por el “compromiso con la creación, la crítica, la reflexión y con los problemas concretos y generales”. Las humanidades no tienen que ser un discurso cerrado convertido en simple herramienta. La independencia en las humanidades se ejerce “incomodando, desplazando el tablero de debate, nunca arrodillado ante las jerarquías de poder intelectual o de cualquier tipo”.

Aspiración #3. Conversación con coetáneos y antiguos. Las humanidades tienen que estar en diálogo con la historia y la actualidad, es decir, se tienen que mover en coordenadas geográficas y temporales amplias. Ollé declara que hay que responder a los “mensajes” que nos envían los vecinos y a los que nos han legado nuestros predecesores a través de la cultura. La herencia cultural, aquello que nos arraiga a un pasado aunque no lo queramos, sólo puede ser resignificada des de la toma de consciencia. La pasividad y el aislamiento ante estos ecos conducen al cierre de horizontes, a una división más simplificada y maniquea. En definitiva, Ollé nos dice que las humanidades, cuando toman valor, es cuando son capaces de crear las condiciones de posibilidad del diálogo, y esto se genera a partir del reconocimiento mutuo.

Aspiración #4. Referencialidad. Significa “ser conscientes de la proyección social [de las humanidades], de qué aportan o pueden aportar las ficciones, los libros, las reflexiones, los razonamientos, las imágenes que ponemos en circulación”. Pero también significa “ser consciente del carácter germinal, productivo, multiplicador, influyente o de punto de partida que puede tener lo que hacemos o decimos, aquellos que argumentamos para los otros”. Así, en un presente donde la saturación informativa genera flashes instantáneos, la capacidad de generar discurso, de generar referentes y a la vez de proyectar-los socialmente, es imprescindible.

Aspiración #5: Lentitud o persistencia. Es el retorno reiterado y constante a unos lugares, unos temas, unos gustos y unas prácticas. Generar discurso en medio de los fogonazos de presente discontinuo e hipnótico. Producir relato más allá del presentismo de la economía dominante. Casassas ya nos habló de la lentitud en la conferencia anterior, de la necesidad de tomarnos el tiempo y la calma para poder pensar. En su caso, no obstante, lo que pretendía conseguir era hacer diana con la realidad más que generar relato, una distinción que puede parecer de matiz pero que lleva un equipaje conceptual detrás suyo. Sería interesante abrir un debate al respecto para generar puntos de encuentro.

Aspiración #6. Radicalidad. “No quedarse en la tibieza ni en el baño maría”, es ser capaz de moverse “a contrapelo de las expectativas de mercado o de la institución, quiere decir ir más allá del juego e incluir además el fuego”. Evidentemente, Ollé admite que hay que pactar con el mundo, que hay que sobrevivir en relación con las instituciones. Pero la radicalidad de la que habla la encontramos en nuevas iniciativas independientes, que actual “al margen de la lógica de los oficialismos y del mercado mainstream, al margen de un conocimiento domesticado e instrumentalizado”. Nos habla de prensa independiente como La directa, Núvol, Espai en Blanc o Crític, iniciativas editoriales independientes como Males Herbes, l’Avenç, Adesiara o Sembra Llibres, librerías como La Caníbal, La Calders, o iniciativas docentes como l’Escola Blom de literatura, o l’Escola d’Humanitats Artkhé. Todas éstas son propuestas radicales en el sentido que describe Ollé y que tienen que revalorizar las humanidades.

Aspiración #7. Inacabamiento. Esta es la condición esencial de las humanidades y del pensamiento, del que ya habló Marina Garcés en la primera Aula Oberta, y de la cual Ollé no quiso abordar más que con una cita, que transmito al final de la crónica.

Sobre educación

En el ámbito educativo, las siete aspiraciones para las humanidades me llevan a pensar en la necesidad de transmitir a los alumnos la necesidad de ser curiosos, de abrir-se al mundo para poderlo transformar. Quisiera despertar la consciencia de que el orden actual del mundo no es el único posible, imperativo, sino que se ha creado históricamente, contingentemente. Hay que afrontar el reto de hacer visibles los agentes que conducen el orden económico y cultural para poder actuar sobre ellos, individual y colectivamente. Quisiera decirles que entre todos, (parece ingenuo decirlo de tan poco que se cree) podemos hacer más habitable el mundo. Abrir la mirada, les diría, e intentar comprender los hilos que mueven los medios de comunicación, las corporaciones tecnológicas y todo un conjunto de fenómenos interconectados, es un requisito indispensable para hacerlo. Hace falta, pues, que sean curiosos, que se interesen por el mundo, que tengan una actitud activa en la configuración de la propia vida.

La pregunta que me harían inmediatamente los y las alumnas, y con toda la razón de hacerla, es si pretendo que amplíen su mirada y consciencia crítica a partir de las dinámicas y de los contenidos que se imparten en la mayor parte de asignaturas en la ESO y bachillerato. Para empezar, la filosofía, una asignatura que se propone fomentar una mirada crítica e independiente, está siendo puesta en cuestión permanentemente dentro del currículum de bachillerato. A ojos de una mayoría de ellos, muchos de los contenidos tradicionales están vacíos de sentido, y en menor medida satisface su curiosidad, que se mueve en muchas más direcciones de las que el currículum ofrece.  Planteamientos como los de Escola Nova 21, de tipo competencial y adaptada al nuevo paradigma tecnológico y cognitivo, intentan ofrecer una solución no tan solo a la falta de aprendizaje con sentido, sino al fracaso escolar y otras problemáticas que ahora no trato. Estas iniciativas no son evidentemente la panacea, y por lo tanto las humanidades deberían asumir la tarea de entrar en un debate que, si no se alimenta, quedará monopolizado por el paradigma de la pedagogía constructivista actual, por un lado, y por el proyecto epistemológico del capitalismo, por el otro. Este último, capitaneado por grandes corporaciones como Google, Apple o Facebook amenazan con hacerse con el control de una educación que debería ser fruto de un proyecto colectivo emancipatorio y no de empresas a la busca de productividad. Sin pretender más exhaustividad que la que permiten las reflexiones surgidas de la conferencia de Ollé, dejo este debato abierto a la espera de respuestas que habrá que abordar entre todos.

Manel Ollé y Marina Garcés

Final germinal
Ollé acabó la conferencia con una cita literaria de Maurice Blanchot “La literatura se dirige hacia sí misma, hacia su esencia, que es la desaparición. Y en esta desaparición constante, siempre en movimiento, siempre a punto de no estar ahí y siempre emergente a la vez… hay la base de la creación, de un inacabamiento fundacional, germinal, productivo.”

 

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